Desempeñar la tarea de amo/ama es una ocupación tan común que, en general, se piensa que no ha de provocar problemas psicológicos de interés.

Si consideramos como causas de estrés el trabajo intensivo, el agobio, el exceso de responsabilidades, la fatiga psíquica, el apresuramiento, etc., con buena lógica colocaríamos al amo/ama de casa en un destacado lugar entre las profesiones de alto riesgo de padecerlo.

Vamos a considerar al amo/ama de casa como aquella persona, hombre o mujer, cuya actividad cotidiana primordial sea la atención de su familia y el cuidado de la vivienda que ocupan: el amo/ama de casa modelo. Realmente, en ella, hay unas obligaciones que le acarrean un esfuerzo físico y otro psíquico.

Esfuerzo físico. Más en función de la continuidad que de la intensidad. Su ejercicio físico como obligación (trabajo) no tiene un horario que lo limite. Desde que se despierta hasta que vuelve a dormir tiene el deber de estar activa para cubrir las necesidades de su familia (esposo/a, hijos y tal vez algún pariente más); desde el cuidado personal a la alimentación. A mayor familia, mayor demanda de actividad.

Al mismo tiempo ha de mantener el orden y limpieza en su vivienda; actividad ésta que no finaliza nunca, pues hay que realizarla a diario. Con un agravante: el sentimiento de trabajo inútil por lo efímero de los resultados. Ordenar para desordenar después y volver a ordenar mañana,

Dijimos que el esfuerzo iba más en función de la continuidad. Naturalmente, sin contar la intensidad de esfuerzo que supone: mover muebles, transportar bolsas con la compra, llevar un niño en brazos, etc.

Tiene ratos de descanso y está la noche para dormir. Pero ¿de verdad puede descansar plácidamente? Porque el amo/ama de casa ha de estar, además, alerta a cualquier imprevisto diurno o nocturno. Máxime si hay niños pequeños que lloran, demandan o enferman.

El esfuerzo físico lleva a la fatiga corporal, con su cansancio muscular y disminución de la actividad por agotamiento.

Esfuerzo psíquico. Tal vez se piense que las actividades del ama de casa no reviertan gran trabajo para la mente. En principio no; si no fuera porque a diario debe pensar en un menú, debe calcular gastos, debe resolver problemas de sus hijos, debe «comprender» a su marido o esposa, debe… en definitiva, hacer un poco de la conciencia de la familia. Y lo peor: debe hacerlo. Un/a ingeniero/a tal vez hace cálculos y resuelve problemas teóricamente más importantes. Pero con una diferencia: se ha preparado para ello, lo hace por vocación o, en el peor de los casos, al menos es remunerado económicamente por su esfuerzo. Al amo/ama de casa se le supone obligada a su trabajo por su condición; se da por obvio que debe estar preparada para esos menesteres, le guste o no y cuando sea preciso.

El esfuerzo psíquico lleva a la fatiga mental con su disminución de la capacidad de concentración, ánimo deprimido, falta de ilusión, angustia, etc.

Pero ahí no queda todo. Un amo/ama de casa es ante todo un hombre o una mujer, una persona; con sus conflictos, sus emociones y demás ornamentos psicológicos de la esencia humana. ¿Qué ocurriría, entonces, si a esa base de estrés inherente a ser amo/ama de casa sumásemos otros tipos de estrés ajenos a su condición? Y si ha de renunciar a otras actividades personales por falta de tiempo ¿no aparecería la frustración?

Porque hay amo/ama de casa que además tienen que trabajar fuera de casa, tienen problemas económicos, tienen problemas conyugales, sufren enfermedades, etc.

En definitiva, se entiende que el amo/ama de casa, por el mero hecho de serlo, parte de un estado básico de estrés, más o menos intenso o manifiesto según su equilibrio psíquico y reserva de energía. Por ello hay una cierta susceptibilidad a sufrir trastornos de ansiedad (y sus posibles consecuencias) por efecto de suma, cuando simultáneamente se presenta algún conflicto. Un recipiente que ya contiene algo se colma antes que otro igual previamente vacío.