El establecimiento de estándares de desempeño extremadamente elevados

A menudo se utiliza el término “perfeccionismo” para hacer referencia a aquellas personas que realizan sus tareas minuciosamente, que son escrupulosas en sus actuaciones y quehaceres y que aspiran a destacar sobre el resto; es decir, a ser siempre los mejores.  Pero, ¿qué es exactamente el perfeccionismo y qué implicaciones tiene? Este término ha sido definido por algunos autores como un rasgo de la personalidad multidimensional caracterizado por la búsqueda de la perfección y el establecimiento de estándares de desempeño extremadamente elevados, acompañados de evaluaciones demasiado críticas del comportamiento de uno mismo y del de los demás. Sin embargo, y aunque atendiendo a la definición podamos considerar que es una característica poco deseable, la sociedad suele considerarlo un rasgo positivo y encomiable.

En este punto, debemos pararnos y pensar si este es un rasgo que verdaderamente debamos premiar y alabar o más bien evitar e intentar cambiar. Para ello, queremos centrarnos en la población más vulnerable a esta casuística: la infancia, pues es dónde suele dar comienzo y cuándo estamos a tiempo de intervenir sin que haya llegado a consolidarse. En este sentido, vamos a proceder a detallar las características de los niños perfeccionistas, con tal de identificarlos y detectarlos:

  • Altos estándares. Uno de los rasgos determinantes del perfeccionismo es la necesidad de tener un rendimiento impecable, de obtener la máxima calificación posible en cualquier actividad o tarea que realicen.
  • Insatisfacción. Esta característica se encuentra ligada a la anterior, pues el establecimiento de metas tan elevadas, y poco realistas, conlleva altos niveles de frustración e insatisfacción.
  • Autocrítica. Los niños perfeccionistas son muy críticos consigo mismos y se castigan severamente cuando comenten errores o piensan que no lo han hecho lo suficientemente bien.
  • Miedo al fracaso. El perfeccionismo se caracteriza por un excesivo miedo al fracaso (aquí hay que plantearse qué significa para ellos el fracaso -podría ser sacar un 8 en un examen-), lo que puede llegar a desembocar en conductas de evitación (p. ej. si tienen un recital de piano, prefieren no actuar -movidos por el miedo irracional a hacerlo “mal”).
  • Pensamiento dicotómico. Es decir, blanco o negro, bueno o malo, todo o nada y en este caso…perfección o fracaso.
  • Pensamientos negativos repetitivos. Los niños perfeccionistas pueden pasar horas pensando en qué hicieron, han hecho o pueden llegar a hacer de forma incorrecta.
  • Orden y escrupulosidad. Dichos rasgos son claros distintivos de los niños perfeccionistas. Estos pueden resultar positivos, pues suelen esmerarse en sus tareas y cuidan al detalle sus quehaceres. Sin embargo, intentar elaborar sus deberes de forma perfecta y, para ello, revisarlos y corregirlos constantemente, provoca que dediquen mucho más tiempo del necesario a realizarlos.
  • La realidad para ellos es o se gana o se pierde. Quieren ser los mejores en todo lo que hacen y no serlo supone un elevado malestar.
  • Altos estándares hacia los demás. Otra característica típica del perfeccionismo es exigir el mismo nivel de desempeño a los demás. Son muy críticos con sus compañeros y tienen problemas para delegar funciones, ya que creen que nadie lo va a hacer tan bien como ellos.

Una vez identifiquemos que el niño o la niña posee gran parte de estos rasgos o cumple con varias de estas características, ¿qué podemos hacer como padres o educadores?

  1. Enseñarle a relativizar los fracasos.
  2. Focalizarnos en el proceso (esfuerzo, constancia, tenacidad, etc.) más que en el resultado (calificación).
  3. Enseñarle a priorizar objetivos, a fin de que no se sientan desbordados.
  4. Motivarle a estudiar por placer y no para alcanzar el éxito.
  5. Ayudarle a socializar; esto es, animarle a que dedique parte de su tiempo a jugar con otros niños, disfrutar de sus hobbies, etc.
  6. Actuar como modelos “no perfeccionistas”.
  7. Enseñarle nociones básicas de frustración (no es posible tenerlo todo) e imprevisto (no puede controlarlo todo).
  8. Fomentar su imaginación y creatividad.
  9. Enseñarle a aceptar las críticas constructivas y hacerle ver que los errores forman parte de la vida, tomándolos como experiencias de aprendizaje.
  10. Ofrecerle cariño de forma incondicional y no solo cuando su comportamiento o calificaciones son excelentes.

 

 

Sofía Payá López

Psicóloga