Como padres nos enfrentamos cada día al reto de educar, en el poco tiempo que disponemos, con el estrés y las prisas como compañía, y en el intento de hacerlo de la mejor manera posible nos asaltan las dudas: ¿Estaré consintiendo demasiado? ¿Me paso de severo?¿Lo estaré haciendo bien?…

Hoy vamos a aclarar un aspecto clave: Poner límites a los hijos no es opcional, es imprescindible en la labor de educar.

¿PORQUÉ SON NECESARIOS LOS LÍMITES?

  • Porque al darle «una guía» el niño se siente seguro y protegido. Sabe «hasta donde puede llegar».
  • El niño ve que los padres son fuertes y coherentes, por lo que se sentirá mucho más inclinado a identificarse con ellos.
  • Ayudan al  niño a tener claros  determinados criterios sobre lo que sucede, aquí empieza su formación en valores (orden, respeto, tolerancia).
  • Enseñan al niño a aceptar el no y esto es una forma de enseñarle a enfrentarse luego a las frustraciones de la vida.

¿CÓMO SE DEBEN PONER LOS LÍMITES?

Poner límites no es fácil. Lo habitual es que tengamos que ir enfrentándonos a muchos conflictos y al hecho normal de que el niño se saltará muchas veces esos límites hasta que aprenda y los interirice, por lo que será necesario cargarse de paciencia. Es lógico que ya desde pequeño, aproximadamente sobre los tres años, al ir haciéndose independiente de los padres, al ir evolucionando,  el niño desafíe muchas normas para ver dónde están los límites de lo permitido.

  • Los límites se deben poner desde pequeños. Es más fácil ceder a sus rabietas pero el niño debe saber que “el no es no”. Es una forma de ir educando la voluntad y el autocontrol. El pequeño aprende lo que puede y no puede hacer, porque sus padres mantienen el límite con afecto pero con firmeza. El enfrentarse siempre a la misma situación con la misma reacción paterna hará que el niño interiorice la norma.
  • Los límites deben ser adecuados para su edad. No podemos pretender que un niño de cuatro años recoja todos los días su cuarto, o que un adolescente vuelva a casa a las ocho. Los límites deben ir adecuándose a la etapa evolutiva del niño, es decir, a su edad y nivel de madurez.
  • Los límites deben ser claros y precisos: Requieren una total compenetración entre los padres. Deben ser muy concretos porque así los niños los entenderán mejor y sabrá lo que esperamos de él. Evita ambigúedades como “debes portarte mejor» o «tienes que ser bueno”, sino “sabes que no se enciende la tele cuando comemos” o “recoge  tus juguetes cuando acabes”.
  • Los límites deben hablarse: se les explica para que lo entiendan y las consecuencias quedan establecidas de antemano. Pero una cosa es explicarlo y otra entrar a las argumentaciones. Además debemos intentar no repetirnos y esto lo evitaremos haciendo cumplir las consecuencias establecida, tanto positivas como negativas, pero siempre desde la afectividad y el cariño.
  • Si le obligamos a respetar ciertos principios nosotros debemos dar ejemplo. No podemos castigarle por gritar o ser agresivo si nosotros perdemos el control continuamente. Se debe educar con hechos, no con palabras.
  • Procurar darle opciones: Eso hará que le resulte más fácil cumplir las normas. La libertad de elegir ayuda a reducir las resistencias en el niño. Por ejemplo: «Es la hora de vestirse, ¿quieres ponerte el pantalón rojo o el azul?”. Es una forma de que él tome decisiones y darle autonomía.
  • Darle tiempo:El debe ir aprendiendo a respetar las normas y nosotros debemos tener paciencia y saber que fallará muchas veces. Necesita un período de aprendizaje que será más rápido si valoramos cada pequeño cambio, cada intento. El elogio y el refuerzo positivo son la mejor herramienta porque además de su autonomía fomenta su autoestima. Ayudarle al principio a recoger los juguetes le enseñará mejor que si le damos gritos porque no ha recogido. Hay que valorar siempre sus intentos y sus esfuerzos por mejorar, por pequeños que sean.

¿Y SI SE TRASPASAN LOS LÍMITES? COMO APLICAR CONSECUENCIAS.

Es fundamental que los niños sepan de antemano que el incumplimiento de esta o aquella norma trae consigo unas consecuencias. Son libres de elegir el cumplirlas o no, pero tendrán que hacerse responsables de sus actos. Evidentemente esto se lo enseñaremos poco a poco. A un niño pequeño que no recoge la ropa y se le ha advertido, la consecuencia será, por ejemplo, que tendrá que recogerla en vez de ver los dibujos que en ese momento está viendo.

Es muy importante importante elogiar al niño cuando hace bien las cosas para animarle a repetir, a mejorar. Está comprobado que es mucho más efectivo que los castigos para crear hábito en sus comportamientos. La recompensa puede ser social (comentarios orgullosos acerca de lo que el niño ha hecho, abrazos, besos), de actividad (jugar al escondite, dar un paseo en bici…), materiales (Comprarle un juguete o algo que le haga ilusión) o incluso comestible (le hago la pizza que tanto le gusta).

Emilia Cabanes. Psicóloga Educativa.