La autoestima se conforma y evoluciona con nuestras experiencias y aprendizajes, en los diferentes contextos en los que nos desarrollamos.

Desde pequeños vamos formándonos un autoconcepto (conjunto de creencias) y una imagen sobre quiénes somos, vamos decidiendo si nos gusta cómo somos e incluso si nos aceptamos o no, y vamos aprendiendo a comportarnos con los demás mostrando autorrespeto o dejando que nos pisoteen, y con todo esto va construyéndose nuestra autoestima.

Esta autoestima nunca dependerá de nuestros logros o fracasos, sino del valor que les demos, pero sí lo hará en función de cómo nos aceptemos y el concepto que tengamos de nuestra valía, de cómo evaluemos nuestras experiencias, que se traducirán en un sentimiento positivo hacia nosotros mismos, o generarán una disonancia hacia esa idea de “no ser lo que queríamos, esperábamos…” y harán que, por tanto, generemos un sentimiento de malestar con nosotros mismos o lo que conocemos como “baja autoestima.” A su vez, la baja autoestima traerá consigo emociones negativas como culpa, frustración, o tristeza… y como compañeros, muchos pensamientos negativos que reforzarán aún más esas emociones que harán que nuestra autoestima siga disminuyendo.

 

Además, ¿en qué otros aspectos repercutirá tener una sana autoestima?

Tenerla nos motivará, impulsará y llevará a querer ser mejores y construir un yo mejor. Ese “yo” perseguirá lo que anhela y luchará por cumplir sus objetivos y por seguir adelante, en la dificultad y afrontando los problemas, no evitándolos, no culpándose. Al mismo tiempo, querernos a nosotros mismos, nos permitirá tener relaciones más sanas con los demás, pues será el punto de referencia para saber cómo debemos querer a los otros: “Ama al prójimo como a ti mismo”.

 

Y ¿qué podremos hacer para mejorar nuestra autoestima?

Una buena autoestima es sinónimo de una buena salud emocional, por lo que algo clave y el pilar para transformar la parte “negativa” de nuestra autoestima será CUIDAR NUESTROS PENSAMIENTOS. Otros cambios y decisiones imprescindibles y que nos llevarán a “elevar” nuestra autoestima, serán: despedirnos de las relaciones tóxicas y la queja, buscar relaciones sociales y tiempo de calidad con ellas que nos satisfaga y trabajar en nuestro autocuidado: Dedicarnos tiempo, hacer ejercicio, cuidar la alimentación… Será proyectar en mejorar nuestro autoconcepto, seguridad y bienestar, lo que se traducirá en esa mejora tan anhelada de nuestra autoestima.

 

Por último, si buscamos trabajar en conseguir nuestro “yo ideal”, y no conformarnos, será importantísimo evaluar y renovar nuestras metas y objetivos diarios, semanales, a corto/medio y largo plazo y ponernos también nuestros propios límites: no olvidarnos de nosotros mismos y saber decir que no, trabajar nuestra asertividad y aprender a no sobreexigirnos y sobrecargargarnos; ponerle límites al estrés y disfrutar de las actividades cotidianas, placenteras, de nuestro ocio, tiempo libre y de los que nos rodean. Ser consciente de todo lo bueno que nos trae cada día y, sobre todo, disfrutarlo con consciencia y gratitud.

 

Sara Hernández de Pascual