Una autoestima saludable implica equilibrio entre la falta y el exceso de esta

Hoy, todos sabemos que la autoestima es esencial para “sentirnos aptos” para la vida. Su presencia nos permite tener una visión ajustada de aquello que somos, nos potencia para mejorar los aspectos modificables que no nos satisfacen y nos permite aceptar aquellos que son inmutables.

En otras palabras, nos permite sentir que somos capaces de superar los problemas, y esto nos lleva a resolver aquellas circunstancias adversas que puedan aparecer en nuestras vidas.

Una autoestima sana, por tanto, será siempre un mecanismo de supervivencia.

Las personas con una autoestima frágil, por el contrario, van a encontrar muchísimas más dificultades para resolver de forma eficiente las contrariedades que puedan surgir, además de unos niveles más altos de sufrimiento, necesidad constante de aprobación externa y mayores probabilidades de desarrollar trastornos como la depresión o la ansiedad.

Saliendo de estos dos polos, podemos encontrar un tercer tipo de autoestima que, siendo paradójico, anda lejos de ser optima y deseable para el bienestar de las personas.

Cuando la autoestima se hace excesiva… o eso parece.

A este tipo se le ha denominado “autoestima inflada”.

Estas personas parecen tener una exagerada percepción de sí mismas e ideas de grandiosidad ligadas a su autoconcepto. ¡Qué suerte! Podríamos pensar…

Sin embargo, la realidad nos demuestra todo lo contrario, pues estas personas encontrarán muchísimas dificultades a nivel intra e interpersonal que les alejarán de sus propósitos o metas.

Para empezar, las personas con este tipo de autoestima probablemente sean incapaces de mantenerla constante. Pensemos en un contexto competitivo o un fracaso en cualquier área: ya sea laboral, deportiva…y parémonos a imaginar cómo esto puede afectar a quienes no conciben el fracaso en sí mismos.

Esto podría acarrear un grave problema y un efecto desestabilizador. Para ello, estas personas colocarán la responsabilidad de los fracasos en los demás, desarrollando una especie de ceguera ante sus propios errores y culpabilizando al entorno de aquellas cosas que hayan podido salir mal. El resultado de este estilo de afrontamiento será un nulo aprendizaje y el descontento de quienes estén a su alrededor y hayan tenido que cargar con las culpas.

Así mismo, estas personas tenderán a defender su punto de vista, por encima del de los demás, monopolizando la palabra en cualquier debate o discusión y haciéndose ver arrogantes o incómodos en su entorno cercano.

Por otro lado, pensemos que las personas con autoestima inflada se sienten superiores y puede llegar a pensar que muchos de los proyectos o trabajos que se les presenten están por debajo de su capacidad o su valía, haciendo que pierdan valiosas oportunidades por orgullo o por esperar ofertas mucho mejores que, en ocasiones, nunca terminan de llegar.

Todo esto, sin mencionar el exceso de preocupación que pueden desarrollar por la autoestima, convirtiéndose, sin querer, en su talón de Aquiles o punto más débil.

Y utilizando, para preservarla, actitudes agresivas que pueden llegar a afectar a muchísimas personas que, por desgracia, se encuentren cerca de ellos.

Pero ¿eso no se llama narcisismo?

¡Estás en lo cierto!, en parte:

Es cierto que las personas con autoestima inflada, en extremo, puede llegar a considerarse narcisistas. Estas personas, como sabes, tienen un sentido desmesurado de su propia importancia, una necesidad profunda de atención excesiva y admiración, relaciones conflictivas y una carencia de empatía por los demás.

Pero lo que tal vez no sabías que hay dos tipos de narcisistas:

-los llamados «vulnerables», que tienen una baja autoestima y anhelan afirmaciones positivas, y

-los grandiosos, que genuinamente tienen un sentido de sí mismos hiperinflado.

Estos últimos son aquellos que se desprenden de la autoestima inflada a la que nos hemos estado refiriendo, los primeros, sin embargo, son “la tapadera” de una autoestima baja y muy frágil.

Por tanto, si bien es cierto que tenemos que intentar velar por nuestro bienestar asegurándonos de tener una buena autoestima que nos permita superar las dificultades que vamos encontrando en nuestras vidas, es importante no caer en el error de confundir “autoestima alta o sana” con “autoestima inflada o excesiva”, y esto, tanto como para nosotros, como para poder comprender mejor a aquellas personas que nos rodean.

Por ello, desde Isabel Moya Psicólogos, abogamos por el buen trabajo con y para nosotros mismos, y por eso, en el próximo mes ahondaremos en todos estos conceptos y os aportaremos numerosas herramientas gracias a nuestro Taller de Autoestima y Bienestar, que tiene como objetivos ayudaros a conoceros mejor a vosotros mismos, poner en marcha herramientas que os permitan abandonar la autocrítica insana y la autoexigencia, desarrollar y cultivar cada uno de los componentes de la autoestima, identificar cómo nos relacionamos con nosotros mismos y con el entorno, y mucho más.

Para que, en definitiva, podamos desarrollar un autoestima sana y alcancemos el bienestar alejándonos poco a poco de la frágil autoestima y de la tan poco deseada autoestima inflada.

 

 

 

Cristina Berzosa Ramos

Psicóloga Sanitaria

CV 14824